domingo, 28 de junio de 2015

CURSO DE LECTURA PARA PABLO IGLESIAS



Pablo Iglesias y su círculo dirigente empezaron leyendo muy bien la realidad política del momento. No es raro. Contaban para ello con buenas herramientas de análisis. En primer lugar, una sólida formación fraguada en el entorno de la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense. En segundo lugar, una larga experiencia en formaciones de izquierdas: Monedero fue militante del PSOE y de Izquierda Unida, donde trabajó como asesor del mismo Gaspar Llamazares; Errejón estuvo vinculado al partido trotskista Izquierda Anticapitalista hasta fechas recientes, y el mismo Iglesias estuvo afiliado a la Unión de Juventudes Comunistas y colaboró con el equipo de Cayo Lara en las elecciones del 2011.

Teoría y práctica se conjugaban, pues, en el grupo promotor de Podemos, y además de forma brillante. Aunque no fueron los primeros ni los únicos, lo cierto es que fueron ellos quienes mejor interpretaron el deseo de cambio que clamorosamente se expresaba en las plazas de las ciudades españolas. Crearon una organización horizontal y participativa que, en principio, encajaba con el espíritu del 15M. Generaron un código de comunicación (casta, arriba-abajo, puerta giratoria…) quizá algo simple pero muy eficaz a la hora de expresar los sentimientos de indignación hacia la clase política. Impulsados por diversos medios de comunicación que encontraron en ellos un rentable nicho informativo, se presentaron en sociedad con un estilo fresco, juvenil, descarado…, conscientes de que sólo gente nueva puede crear una sociedad nueva. Y hasta ahí todo bien. En las elecciones europeas de 2014 Podemos da la sorpresa (o más bien el susto), consigue cinco europarlamentarios y se convierte en una fuerza emergente.

Bueno, mejor dicho, hasta ahí casi todo bien, incluyendo que el éxito de Podemos hizo a otras fuerzas políticas despertar del aletargamiento más o menos profundo en el que vivían. Pero ya en las europeas comenzaron las contradicciones entre el discurso y los hechos. En efecto, para pasmo de todos, el logotipo de las papeletas de una organización que presumía de asamblearia e híper democrática fue el rostro del líder, algo que ya había hecho Ruiz Mateos en 1987 pero que resultaba absolutamente impensable en un entorno ideológico de izquierdas. Luego conformaron sus órganos de dirección mediante las denominadas listas-plancha, que acabaron imponiendo las candidaturas del aparato y laminando la discrepancia interna.  Y como estrategia para ganar apoyos entre un sector ideológicamente amorfo, comenzaron a reivindicar la “centralidad” del tablero y enfatizaron la negación del eje izquierda-derecha como algo propio del pasado. Y lo consiguieron. Durante un tiempo los sondeos situaban a Podemos como primera fuerza en intención de voto… ¡hasta que apareció Ciudadanos y deslumbró a un elector centrista, y quizá algo mojigato, que se encuentra mucho más cómodo con un tipo modoso y clásico como Albert Rivera que con un “vedijas” bolivariano como Pablo Iglesias! Ah, y entre tanto, en el proceso de conquista del frágil y volátil votante de centro, Podemos se dejó por el camino a muchos activistas de izquierda, gente curtida, combativa y coherente, que, después de toda una vida luchando, no estaban dispuestos a negarse a sí mismos. Desde luego, daba la impresión de que los mismos que habían llevado a cabo una lectura estimulante y transformadora de la realidad social un tiempo antes, ahora se dejaban líneas y hasta párrafos enteros sin leer.

Y eso, soslayar a tu base electoral, no es lo más inteligente. En las últimas elecciones Podemos no ha pasado de la tercera posición en ninguna autonomía, y en Castilla-La Mancha obtuvo tan sólo un 9’73%. Pero es que además tampoco es justo, porque la gente se merece un respeto. De igual forma que no es justo menospreciar e insultar a Izquierda Unida, como ha hecho Pablo Iglesias recientemente, porque supone menospreciar e insultar a sus afiliados, a sus simpatizantes y a sus cientos de miles de votantes. No es eso lo que la sociedad está demandando de políticos de su talla y amplitud de miras. Al contrario. Las últimas elecciones han sido un clamor por la unidad. Si los líderes de Podemos no son capaces de releer adecuadamente la actual situación sociopolítica, puede ser que algunos se queden “cociéndose en su salsa de estrellas rojas”, como afirma Pablo Iglesias, pero también puede ser que otros terminen cociéndose estérilmente en la inopia de sus propios círculos.







* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.

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