lunes, 12 de enero de 2015

¡VIVA GRECIA! ¡VIVA SYRIZA!




¡Oh, sí! ¡Viva Grecia! Viva ese pequeño y atormentado rincón de Europa en el que hace 2500 años nació ni más ni menos que la Razón. Si la razón, es decir, el pensamiento científico difundido a través del diálogo, no hubiese sido sobrepasada unos cuantos siglos después por el pensamiento mágico y el dogmatismo fanático de las religiones monoteístas, sin duda nos habríamos ahorrado un buen puñado de inquisidores y talibanes. Nos habríamos ahorrado, y nos seguiríamos ahorrando, muchas víctimas. En estos días, desde luego, todos somos Charlie Hebdo, pero también somos los judíos y los moros abrasados en la hoguera, los escritores prohibidos, las mujeres arrinconadas por todas las iglesias, los gays y lesbianas insultados a diario por las jerarquías, los niños y los jóvenes entontecidos por las supersticiones, los teólogos de la liberación condenados al silencio…

            En efecto, el dulce nombre de Grecia nos evoca todo lo mejor que somos. Hoy, cuando desesperadamente reclamamos democracia real, conviene reconocer que el primer lugar del mundo en el que el pueblo habló, decidió y gobernó fue Atenas. Hoy, cuando parece que estamos asaltando los cielos porque celebramos asambleas al aire libre, quizá sea justo recordar que la Asamblea ateniense se reunía en el ágora unas cuarenta veces al año y que sus decisiones tenían carácter legislativo. Y hoy, cuando cualquier persona honrada se echa las manos a la cabeza ante la decisión de María Dolores de Cospedal de suprimir las retribuciones de los diputados regionales y convertir la actividad política en coto de caciques y ricachones, parece oportuno acordarse de que hace veinticinco siglos los atenienses establecieron la retribución a los cargos públicos como única forma de que el pueblo estuviese presente en las instituciones de la polis. Bueno…, y ya sabemos que aquella democracia no era perfecta, pero ¿acaso lo es la nuestra? En tiempos de Pericles, las mujeres ya podían acudir a las asambleas e intervenir en ellas: ¿adónde podría haber llegado aquel modelo si no hubiese sido reventado por los intereses de las oligarquías y las rivalidades de las ciudades-estado?

          
  Sólo desde la más profunda ignorancia o estupidez se puede mirar con desprecio al pueblo griego. Grecia es el símbolo y la síntesis de Europa. Lo que le pasa a los griegos le pasa antes o después al resto de europeos. Cuando en 1822 proclamó en Epidauro su independencia frente al Imperio Otomano, escritores, artistas y pensadores de todo el continente interpretaron la sublevación como un triunfo de la libertad. Pese a su posición geográfica, Grecia no es el apéndice de Europa, sino su mismo corazón. Casi doscientos años después, los griegos malviven bajo el peso de otra tiranía no menos despiadada. Los recortes en la inversión pública y los requerimientos de la deuda externa impuestos por la puta troika han causado ya muchas más muertes y mucho más sufrimiento que los ejércitos del sultán. Delacroix no habría dado abasto a pintar masacres. Ahora bien, una vez más, todas las miradas se dirigen hacia el escenario griego. El próximo 25 de enero se celebrarán elecciones generales y los distintos sondeos coinciden en señalar que Syriza podría obtener la mayoría absoluta. No todo el mundo tiene claro qué es esa formación política. Syriza es la abreviatura de Synaspismós Rizospastikís Aristerás, que significa Coalición de la Izquierda Radical. Se trata, por lo tanto, de una coalición de partidos, no de una agrupación electoral coyuntural, que defiende un programa y un discurso nítidamente de izquierdas, sin ambigüedades ni camuflajes ideológicos. Los grandes poderes del mundo (la Merkel, el FMI, el BCE…) llevan semanas haciendo aspavientos histéricos y amenazando con lanzar las plagas bíblicas, pero esta vez no va a servir de nada porque un pueblo con conciencia de clase y bien organizado no cede fácilmente a chantajes. Veinticinco siglos después, ese pequeño y atormentado rincón del continente puede ser la cuna de la nueva Europa y de la nueva democracia. Ah, y nosotros, los españoles y las españolas, tenemos básicamente dos opciones: o mirarnos en el espejo griego y aprender de experiencias ajenas, o seguir mirándonos tozudamente el ombligo y permitir que nuestras divisiones den el triunfo a los de siempre.

            En fin… ¡Viva Grecia! ¡Viva Syriza!




            @CPuenteMaderaAB



* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.

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