domingo, 8 de febrero de 2015

LOS MUNDOS DE WERT


¿En qué mundos vive Wert? ¿En qué palacios de algodón de azúcar discurrió su infancia? ¿Está su cerebro compuesto de neuronas, o de golosinas de colores? ¿Cuándo dejará de dormir abrazado a su osito de peluche? ¿Cómo es que aún ningún asesor le ha informado de que los Reyes Magos no existen?

En los mundos de Wert, la masificación de las clases es “una oportunidad para la socialización”, o sea, una linda forma de hacer amigüitos y sentir que no estamos solos. Como diría el inefable Carlos Floriano, la mejor manera de “poner piel” a las políticas educativas.

En los mundos de Wert, la Educación Infantil “no es educación, sino conciliación”, de manera que los profesores de esta etapa no son educadores, sino simples guardianes de rebaños ajenos. Vamos, igual que Pedro, el amigo de Heidi.

En los mundos de Wert, no hace falta salir de España para aprender idiomas. Te vas a Benidorm y allí, entre mojito y mojito, a darle al “jelou, jau ar yu: ai am toreador”. Aunque no te dé para sacarte el B1, con un poco de suerte cae una sueca (o un sueco).

En los mundos de Wert, el objetivo principal de las leyes educativas es “españolizar Cataluña”. Como demuestra la historia hasta la saciedad, no hay nada más eficaz que imponer identidades nacionales por decreto, ¡y aún más si se hace mediante ley orgánica!

En los mundos de Wert, hay asignaturas como Dios manda y “asignaturas que distraen”, como la Música, las Artes Plásticas y otras chuminaditas parecidas que sólo sirven para fabricar hippies, estrafalarios y gentes de mal vivir. Ya lo decía Goebbels: “Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a mi pistola.”

En los mundos de Wert, no hay que complicarse la vida estudiando Filosofía. Tanto pensar acaba provocando dolor de cabeza. Es mucho más divertido estudiar que la primera mujer salió de una costilla, o que hay por ahí una paloma que te deja en estado en cuanto te descuidas, o que en Roma vive un señor que nunca se equivoca cuando habla.

Y en los mundos de Wert, reducir los años de los grados de cuatro a tres y aumentar de uno a dos los cursos de postgrado servirá para fomentar “un ahorro de hasta 150 millones de euros para las familias”. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Parece mentira. Cuanto menos duren las carreras, menos se gastan los papis de los estudiantes en matrículas y en libros, y, probablemente, antes se piran estos jóvenes cansinos al extranjero y dejan de ser una carga para la patria. Es más… ¿por qué no reducirlas a dos años, o a uno si, total, van a acabar currando de camareros? ¿Que las asignaturas se van a tener que jibarizar y concentrar como pastillas de caldo Starlux? ¡Pues así tienen más sustancia! ¿Que quizá se podría abaratar el precio de las matrículas para acomodarlo a la media europea? ¡Para qué, ahora que se ha acabado la crisis y la gente vuelve a manejar pelas! ¿Que muchas familias no podrán pagar los 6000€ que vale de media cada año de máster, de modo que la universidad volverá a ser un coto de ricos y pasto de bancos? ¡Por favor! ¡Dejemos de incitar el odio de clase con viejos discursos marxistas! Paz y amor, que todo se resuelve con la intercesión de la Virgen del Rocío.

Los mundos de Wert parecen los mundos de Yupi, pero son más bien los de un yuppie esnob, provocador y retrógrado. Los mundos de Wert son el capitalismo que interpreta a los seres humanos como mercancías, son el neoliberalismo que celebra la desigualdad como componente natural de las sociedades, son el autoritarismo de los que consideran la dictadura de Franco como una época de “extraordinaria placidez”, son el adoctrinamiento de una iglesia caduca que se niega a dejar de controlar la mente de nuestros hijos…

Por todo ello, desde este humilde puente queremos expresar nuestra solidaridad con las organizaciones estudiantiles y mostrar nuestro apoyo a las movilizaciones que ya se han convocado. En los mundos de Wert, la pasividad es el cimiento del sistema.




           

* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.

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