Enterrando. Es
el gerundio que mejor conjuga esta cosa en la que está siendo convertida Occidente cuando no
sabe qué hacer con un problema: bombardearlo hasta enterrarlo. El ejemplo más
claro, más presente, es del “Estado
Islámico”. Sus criminales acciones merecen toda nuestra repulsa. ¿Merecen,
también, todas las bombas?
Occidente,
Europa, Estados Unidos, la OTAN, han
parido y alimentado criaturas como las del Estado Islámico. Lo vienen
haciendo desde hace décadas, lo hacen hoy en día. No importa utilizar cualquier
medio para desestabilizar a los estados que no les sonríen, sobre todo porque
su sonrisa tiene el negro color del petróleo. Lo han hecho con todos los países
de Oriente Próximo y del Norte de África. Nada queda en pie por donde ellos
lanzan sus campañas
de democratización. Jé, democratización, qué vergüenza… ¿Puede alguien en
su sano juicio decir que la situación en Iraq, Libia, Afganistán o Siria es
mejor ahora que antes de las intervenciones occidentales?
Cada vez que en
su tablero de ajedrez mueven un alfil contra el rey del enemigo, el alfil se
convierte en una reina que amenaza a sus progenitores. Contra la URSS
alimentaron al monstruo
de Al-Quaeda que derribó las torres gemelas; contra Irán y los chiítas, al
dictador Sadam; contra los kurdos que amenazaban a Turquía, a Sadam Hussein;
contra el dictador Sadam, a los chiítas y los kurdos; contra Gadafi,
las bandas de extremistas que terminaron asesinando al embajador
estadounidense; contra Siria, a la oposición extremista yihadista del Estado
Islámico… y, ahora, contra el Estado Islámico, el
último monstruo parido en su torbellino de caótica locura, no les quedan
más argumentos que las bombas.
¡Qué diablos!,
dirán… como no tenemos ni idea de cómo resolver esto embrollo que hemos creado,
como no sabemos qué hacer con esto, usemos nuestro TLP para bombardearlo
hasta enterrarlo. Y así van, dando tumbos, desnortados, convirtiendo la
situación política en Oriente en un desastroso volcán cuyas erupciones son cada
vez más peligrosas y sangrientas. Con la ventaja, eso sí, de que pueden dar
salida a su material
bélico y reponerlo por uno más nuevecito y mortífero, mientras millones de
personas, que vivían no en el mundo más perfecto pero sí relativamente en paz,
ven sus vidas arrasadas.
Porque, con
todos sus grupos de estudiosos, con todos sus expertos y todos sus agentes y
diplomáticos, parecen no querer buscar otra opción que la militar: destruir y
destruir, destruir pueblos y naciones enteras, esperando que un día todo se
resuelva con el exterminio del oponente. Solo hay una constante, una única
brújula que para ellos siempre marca el norte: Israel es nuestro
aliado, haga lo que haga, aunque extermine a todos los palestinos del
mundo.
Y así discurre
nuestra historia hoy, una historia que es ya global, y de la que nuestro país,
tristemente, también es comparsa
corresponsable. ¿Alguien en este gobierno se ha sentado por un momento a
analizar cuáles son las causas de todo el embrollo de Oriente Próximo para
proponer alguna solución? ¿Alguien se ha parado a pensar sobre si el simple
bombardeo no hace sino multiplicar el caos? Nada, nadie en nuestro gobierno tiene
una pizca de voz propia sobre todo esto: el país va hacia donde le dicen y
cuando le dice. Y, eso sí, detrás vamos todos… ¿hacia dónde? Busquen la
respuesta en otra parte, nuestros dirigentes no es que no la encuentren, es que
no buscan respuestas, solo saben encoger los hombros y bombardear para ganar
tiempo al tiempo. Como Dios manda, que diría Rajoy.
*El Colectivo Puente
Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier
Sánchez.
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