Soy Catón el censor, hijo de Catón el censor. No es cachondeo.
Mi padre se llamaba así. Yo me llamo así. Y está claro que con ese nombre
sólo podíamos dedicarnos al honorable ejercicio de la censura. Porque lo de
censor no es un mote. Fue el trabajo de mi padre y actualmente es el mío. Ah,
que pensaban que esa profesión ya se había extinguido. Qué ingenuos. Se
censuraba antes y se censura ahora. Lógicamente, han cambiado los
procedimientos. En tiempos del Caudillo todo era más sencillo. Se tachaba o se
metía la tijera directamente y santas pascuas. Y si alguien replicaba, al
trullo. Hoy en día la cosa se ha complicado un poco con esto de la democracia.
Tenemos que ser más sutiles. La idea es controlar el pensamiento sin que se
note mucho. Es difícil, pero a la vez fascinante. Y lucrativo, porque ahora
nuestro principal pagador no es el poder político, sino el económico. O sea,
que se mueve una pasta.
Yendo
al grano, para que vean que no voy de farol. Por ejemplo, todo el mundo sabe
que las grandes firmas del textil español utilizan mano
de obra semiesclava en la fabricación de sus prendas. ¿Han visto la noticia
en algún telediario? ¿Han leído algo sobre el tema en los circunspectos diarios
de tirada nacional? Por supuesto que no. A uno es que le gusta hacer bien su
trabajo. Esas mismas megaempresas, junto a otras célebres relacionadas con el
sector de la alimentación o de los muebles, en la práctica niegan a sus
empleados el derecho a
huelga: ¿algún medio se ha rasgado las vestiduras ante tal atropello? Pues lo
mismo. Y no crean que nuestra labor es fácil, porque ahora de lo que se trata
no es de arrancar páginas o cortar fotogramas, como decíamos antes, sino de persuadir
a los medios para que ellos mismos “regulen” su información, y a veces nos
encontramos con profesionales que no se dejan chantaj…, que diga, convencer.
Como nos ha pasado con los periodistas
de Radio Televisión Castilla-La Mancha, que nos llevan por la calle de la
amargura con sus protestas y sus trasnochadas demandas de libertad de expresión
y tal y tal. En fin…
Todavía
no les veo muy convencidos de mi existencia. El pasado sábado Rajoy estuvo de
mitin en Las Palmas. Invitó a los periodistas a acompañarlo en un paseo… pero
sin micrófonos. Eso es la censura. Ahí estaba yo. Más cosas: ¿han visto el
vídeo de la campaña electoral de Izquierda Unida en algún canal de televisión?
¿A que no? Ni lo van a ver, porque ya me he encargado yo de buscar la
triquiñuela legal necesaria para conseguirlo. Así es la censura del siglo XXI,
moderna, limpia, discreta. Aunque la verdad es que me ha dado lástima, porque el vídeo es una auténtica preciosidad,
de los que llegan a la razón y al corazón. Viéndolo, hasta a mí me daban ganas
de votarlos.
En
fin, esto es así en todos lados. También en Albacete. En línea con lo anterior,
les invito a que echen un vistazo a la edición del pasado sábado del único
periódico que ha quedado y rastreen en él la presencia de Izquierda Unida en la
sección relacionada con la campaña electoral. Apenas aparece una columnita, sin
fotos ni nada, mientras que un partido marginal de extrema derecha ocupa casi
media página. Ay, cómo disfruta uno cuando consigue brillantemente sus
objetivos. No es por vanidad, en serio, sino por espíritu de servicio y
adhesión inquebrantable a una causa.
Aunque,
y ya que hablamos de Albacete, debo reconocer que tengo una espina clavada con
una panda de subversivos a los que no hago callar ni bajo el agua. Colectivo Puente Madera,
se hacen llamar los muy masones. Últimamente se han encastillado en lo alto de
Chinchilla, en la radio del pueblo, y desde allí se dedican a soltar estopa
contra todos mis amigos y patrocinadores. ¡Los muy pendejos! Por la memoria de
mi padre que los tengo que desalojar de esa trinchera. ¡Como que me llamo
Catón!
* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique
Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.
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