Tras aquel caudillo que sufrimos
tantos en España, en otro contexto de supuesta democracia, vinieron a sucederle
algunos otros, desparramados por toda la geografía y enmarcados de forma diferente, pero de
parecidos tics a aquel. Los conocimos bien por ejemplo en Extremadura
y Castilla-La
Mancha. Llegaron diciendo ser socialistas
para acabar con la obsesión de laminar, dilapidar y enterrar
definitivamente a la izquierda. Legislar para que nadie gobierne más de 8 años
y seguir haciéndolo ellos por más de 20 años, hacer campañas bajo el populista
lema “¿derechas, izquierdas? ¡qué más da!”; compadreo con los más turbios
empresarios y señores del pelotazo, compra elegante de concejales y diputados,
falta de adaptación democrática en cámaras regionales y persecución obsesiva.
¡Quién sabe, por poner solo un ejemplo, con las fiscalías actuales, en qué
hubiera acabado el triángulo Bono-Pocero-
Hípica, con más peligro que el de las Bermudas, sin duda! Y de aquellos
polvos vienen estos Monagos, porque a quienes los ciudadanos y ciudadanas
decidieron votar y poner en sus puestos, no han resultado ser mejores caudillos
ni caudillas.
Siendo senador, el señor Monago,
que venía envuelto en halo de honestidad y una coherencia que le había llevado
al infrecuente hecho de enfrentarse públicamente a su propio partido en asuntos
de cierta trascendencia, parece que decidió dedicar fondos públicos para encubrir
sus asuntos privados. Nuevamente es la
opacidad con la que este sistema (que hay que cambiar ¡ya!) protege a los
poderosos y poderosas (económica y/o políticamente hablando) la que sirve de
paraguas para este continuo arte de emporcar las cosas.
Monago, ha cometido errores
gravísimos cuando ha pretendido defender su honestidad, hechos que viniendo
además de una persona de sus tablas, le señalan indubitadamente. Afirmar que si
era preciso devolvía el dinero, una vez trincado, es más propio de las
estrellas del FC
Barcelona que de un presidente regional. Quejarse de que se usan cifras
dobles en sus viajes (ida y vuelta en vez de viaje único) para cuando él sale a
defenderse hacer exactamente lo mismo (dividir por dos los cargos hechos al
erario público y dejar en simples sus cargos de ida y de vuelta aparentemente
pagados con su bolsillo ¡y
que eran los de su novia y no para él!) tampoco le ayuda a transmitir la
más mínima honradez ni rigurosidad. Monago no se acordaba de nada hace unos
días y de repente recobra la memoria de decenas de encuentros de los que sólo
parecen saber sus amigos peperos de Tenerife. Lo trae a cuenta con cientos de
papeles de los que sólo deja ver el lomo. Afirma tener un superesclarecedor
documento en forma de certificado del
Letrado Mayor del Senado, en el que en realidad solo se afirma lo que ya
sabemos: viajó con cargo al bolsillo de todos y todas. Sigue sin aclarar
fechas, aparece por esos días siempre en calidad de acompañante de su pareja de
entonces, hay senadores de Canarias, como José Macías, que afirma ignorar
cualquiera de esos viajes, etc., etc. Además, cuando salen compañeros del PP
estatal a ayudarle, acaban teniendo
intervenciones tan contraproducentes como las del propio Monago, y así hemos
tenido que oír a Alfonso
Alonso afirmar que “no entramos en dónde vive cada uno, eso es cosa particular”.
Muy bien ¡cacahuetes para el señor Alonso! Si no fuera porque el Senado es una
cámara de representación territorial, y Extremadura y Canarias (perdón Tenerife,
porque prácticamente solo iba allí) quedan algo distantes.
En fin, que habiéndosele dado ya
un tiempo para explicarse, y viendo que solo ha sido capaz de convencer a sus
ya convencidos
amigos (parece que sólo a los más allegados), el Sr. Monago debería
dimitir. Ya. Hoy. Inmediatamente. Y se deben convocar nuevas elecciones en las
que extremeños y extremeñas, pasados ya los caudillos de aquí y de allá, elijan sus nuevos y nuevas representantes.
*El Colectivo Puente
Madera está formado por: Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier
Sánchez.
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