Si con sólo un ligero parpadeo pudiéramos retroceder en el
tiempo a tal día como hoy, 14
de abril, de hace 83 años, comprobaríamos que fue una jornada histórica: se
proclamaba la Segunda
República de forma pacífica y civilizada. Se abría en España uno de los momentos
claves de nuestra historia contemporánea, con un proyecto de democratización y
modernización que tantas esperanzas despertó en la mayoría de la ciudadanía de
aquellos años del siglo XX. Pero su andadura fue corta, los sectores más
rancios y reaccionarios, los de siempre, se encargaron de eliminar una
posibilidad real de avance social con un golpe militar, seguido
de una cruenta guerra civil de la que todavía hoy estamos sufriendo sus malditas
consecuencias.
A finales de 1931 se dictaba una Constitución
auténticamente progresista, la que aún añoramos muchos por sus principios y
porque convertían a nuestro país en un referente de construcción democrática
colectiva. En ella se declaraba al nuevo estado español como una “República
democrática de trabajadores de todas clases”; se reconocía el sufragio
universal masculino y femenino;
por primera vez en la historia se establecía el derecho de las regiones a tener
sus Estatutos de Autonomía; se defendían derechos y libertades para toda la
población (educación, divorcio, …); había una verdadera delimitación y
competencias de los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial); en
esta Carta Magna republicana se abordaba la separación de la Iglesia y el
Estado, con la desaparición del presupuesto para el culto y clero, con el
consiguiente reconocimiento de la libertad
de conciencia y cultos. Podríamos recordar más y más principios de esta
constitución republicana, y seguiríamos pensando que todavía hoy se hace
necesario hacer ese viaje en el tiempo y recoger ese legado republicano tan
necesario para poder resolver los problemas que actualmente nos abruman.
El modelo monárquico, atado
y bien atado por el franquismo en la Constitución de 1978, avalado por el
bipartidismo neoliberal, está obsoleto, caduco y putrefacto. Los ocupantes del
palacio de la Zarzuela son un mal
ejemplo de ética y moralidad, han realizado sus funciones en beneficio
propio, con jugosas comisiones personales, al margen del sufrimiento de
muchos españoles que tienen serias dificultades para encontrar un puesto de
trabajo, para dar de comer a sus hijos o
tener un techo donde estar mínimamente seguros. La monarquía no es
ninguna solución, es el problema y un engranaje más de este sistema que nos
está llevando a la más absoluta miseria a la mayoría de la población.
Tenemos que dar respuestas en positivo a esta deriva
neocapitalista, por lo que hoy más que nunca, debemos dar los pasos necesarios
para que la
llegada de la Tercera República a España sea una realidad tangible. Nos
necesitamos todas y todos en este esfuerzo colectivo para que se abra un ilusionante
proceso constituyente, donde nuestra República sea la manera democrática de ejercer
la justicia social y el reparto equitativo de la riqueza, debe ser la forma
social y política de gobierno que dé las soluciones al desempleo, a los
desahucios y al dominio de la banca sin escrúpulos, entre otras cuestiones, que
hoy angustian a millones de españoles y españolas.
El abuelo del Borbón actual salió al exilio desde el puerto de
Cartagena, no tuvo otra salida en 1931. En el barrio de la Concepción de la
ciudad cantonal quieren seguir con esta tradición, sabemos de buena tinta que
están trabajando contrarreloj en las instalaciones de Navantia, tienen casi
terminada la nao para que la
trasnochada casa real dé el paso y nos deje construir un nuevo modelo
republicano de Estado que respete todos nuestros derechos y libertades. Están
rotulando con pintura violeta el nombre en el casco de este nuevo barco del destierro
-tranquilos que no será una patera-, y a lo lejos, en el astillero se ve ya esa
leyenda, ese bonito nombre: “Bienvenida, tricolor”.
La responsabilidad es nuestra, nuestro trabajo y anhelos
deben tener el mismo rumbo: ¡A por la Tercera!
*El Colectivo Puente Madera está
formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez
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