El pasado día 16 llegaron a Albacete las
columnas alicantina y murciana de la Marcha de la Dignidad. Durante esa
misma semana, la 2 emitió uno de los típicos documentales sobre la fauna de la
sabana. En él, entre otras cosas, se mostraba a una manada de ñus atacada por
un equipo de leones. Cada vez que los felinos hacían presa en uno de los
infelices ñus, el resto de la manada permanecía observando la escena, a tan
solo unos metros, con una indiferencia y una mansedumbre francamente estúpida.
Qué duda cabe de que la acción combinada de los ñus habría puesto en fuga a los
agresores y habría salvado a las víctimas.
Cuando
ya en el horizonte se adivinada la figura de los caminantes, alguien de los que
esperaba su llegada en las afueras de la ciudad vino a dar a entender que,
realmente, la
Cospedal y los suyos se reían de iniciativas como ésa. Pero no es así. Muy
al contrario, este gobierno le tiene mucho miedo al pueblo porque saben que
cuando el pueblo se desborda no hay dique que lo detenga. Por eso, nuestros gobernantes se
blindan con los cuerpos de seguridad con la paranoia propia de los dictadores.
Se reúne un puñado de estudiantes a debatir, y mandan
a la secreta. Tose alguien con camiseta verde, y lo sancionan por desacato.
Han llegado a denunciar a una persona, y no es broma, por cruzar un paso de
cebra demasiado despacio. La alcaldesa y sus concejales no dejan hablar a nadie
en los actos de entrega de premios o reconocimientos, porque tiemblan ante la
posibilidad de que un homenajeado critique su política de desmantelamiento
de los servicios públicos. Tienen mucho, mucho miedo al pueblo. Solo un
gobierno asustado intenta amordazar a los ciudadanos mediante una ley
de seguridad impropia de un país democrático.
Los
componentes de la marcha fueron
recibidos con una calurosa ovación. Acompañados por varios cientos de
activistas de las más diversas organizaciones, entraron a Albacete por la
carretera de Valencia, corearon consignas a favor de la sanidad pública a su
paso por el hospital y avanzaron hacia el centro de la ciudad por la avenida de
España. Algunos automovilistas, muy pocos, los insultaron como energúmenos
echando espumarajo por los belfos. Otros, la inmensa mayoría, saludaban y
tocaban el claxon como muestra de solidaridad. La mañana era primaveral, y las
terrazas estaban a rebosar. Desde ellas, mucha gente miraba a los
manifestantes con la misma vacua y necia mirada de los ñus. Como si la cosa
(o sea, el paro, el fraude, las mentiras, la corrupción, los desahucios, los
recortes…) no fuera con ellos. Claro, Cospedal y los suyos aman a los ñus,
porque saben que los
ñus proporcionan esa cierta materia amorfa sobre la que se construyen todas
las tiranías.
Todas
las columnas llegaron
a Madrid el sábado 22, y junto a miles y miles de personas inundaron las
calles y plazas de la capital bajo el lema “pan,
trabajo y techo” (¿quién nos iba a decir que el año 2014 íbamos a estar
pidiendo “pan”, y que además por ello el presidente de la Comunidad de Madrid nos
iba a calificar de nazis?). La mujer que ama a los ñus odia y a la vez teme
este tipo de movilizaciones, aunque se consuela pensando que los subversivos son
bastante hábiles ocupando las plazas, pero algo más
torpes a la hora de ponerse de acuerdo para ocupar los escaños. Y es
entonces, sólo entonces, cuando alcanza no exactamente a reír, pero sí a
esbozar una especie de mueca despectiva, algo parecido a una sonrisa, y a soñar
con que en el futuro todo seguirá igual.
* El Colectivo Puente Madera está formado
por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.
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