Un vigoroso tema de Los Chikos del Maíz anuncia que “el miedo va a cambiar de
bando”. Ojalá que eso ocurra muy pronto, porque el miedo es el arma con que
el poder mantiene a una parte del pueblo cautivo y desarmado: miedo a ser
despedido gratis y sin aviso, miedo a llegar a la vejez sin una pensión digna, miedo
a ser expulsado como un animal de tu propia casa, miedo a enfermar y no
disponer de atención médica por ser inmigrante, miedo ser sancionado con multas astronómicas
por ejercer el derecho a la protesta, miedo a tener que abortar en un tugurio, miedo
a que “los de arriba” boicoteen cualquier proceso real de transformación como
hicieron con la República española, y con Cuba, y con el Chile de Salvador
Allende, y con la Nicaragua sandinista… El miedo es el factor desmovilizador
sobre el que se sostienen el
capitalismo y la pseudodemocracia que padecemos.
Al
respecto, las recientes elecciones al Parlamento Europeo revelan que,
afortunadamente, la situación está cambiando. El bipartidismo ha
sufrido un severo varapalo en nuestro país. Cinco millones de personas han dejado
de votar a los dos partidos que, en los últimos años, han ejecutado y están
ejecutando en Europa los dictados de la troika y la Merkel. Izquierda
Unida, con un 9’99% del sufragio, triplica
el número de votos (1.540.143)
y de europarlamentarios (6 en total); Podemos,
la gran sorpresa, obtiene 1.245.948 votos (7’94%) y cinco escaños con apenas cuatro
meses de existencia; y Primavera
Europea, la coalición integrada, entre otros, por Equo y el Partido Por un Mundo más Justo, alcanza un
1’91% y logra un escaño. En principio, está muy bien. Estamos todos muy
contentos… pero nos tememos que aún no es suficiente porque, pese al notable
avance de las fuerzas de izquierda, no se ha producido el vuelco que permita
vislumbrar un cambio de rumbo inmediato en las instituciones europeas. Y eso
teniendo en cuenta que, en estas elecciones, la circunscripción única permite
el máximo aprovechamiento de cada voto.
Queda
tan solo año para que se celebren elecciones locales y regionales, es decir,
para que podamos empezar a desalojar de ayuntamientos y comunidades autónomas a
quienes se han dedicado metódica y tenazmente a desmantelar los servicios
públicos y a degradar nuestra ya anémica democracia: ¿vamos a seguir
haciéndoles el juego dividiendo nuestro voto entre distintas candidaturas que
coinciden en lo fundamental de sus programas electorales? Las formaciones
arriba mencionadas se distinguen mucho más en los acentos, en los énfasis, que
en los contenidos. Izquierda Unida quizá pone el acento en la defensa de la
clase trabajadora y en la lucha por la justicia social. Pues bien,
¿alguien duda, en un país con casi 6.000.000 de parados y el índice de
desigualdad más alto de Europa, de la necesidad de enarbolar esas banderas?
Podemos probablemente se distinga por la adopción de procedimientos
de funcionamiento participativos, directos y horizontales. ¿Y acaso no es
imprescindible que las organizaciones políticas adopten internamente la regeneración
democrática que exigen para el conjunto de la sociedad, desterrando tanto el
verticalismo como los personalismos? Equo alerta especialmente sobre la ruptura
de los equilibrios medioambientales y propone un modelo
económico sostenible, renovable y social que promueva la biodiversidad y
reinserte al ser humano en la naturaleza. Pero… ¿es que queda algún
indocumentado que ignore que estamos reventando el planeta por todas las
costuras, que hemos sobrepasado todas las líneas rojas y que estamos
hipotecando el futuro de las generaciones venideras? En un mundo en el que cada
tres segundos muere un niño por problemas relacionados con la desnutrición, M+J
reivindica erradicar
la pobreza mediante políticas concebidas desde una óptica global. ¿Alguien
discrepa? Renunciar a los Objetivos del Milenio, ¿no sería un fracaso para la
humanidad?
Nos
encontramos en un momento decisivo de nuestra historia. Si superamos nuestros
tribalismos, si ampliamos nuestras miradas, si somos capaces de armonizar todas
esas voces complementarias, podremos crear una energía colectiva muy superior a
los porcentajes obtenidos en las elecciones europeas, porque no estaríamos
sumando, sino multiplicando. Y no lo sabemos seguro, porque no somos adivinos,
no tenemos ninguna bola de cristal, pero a lo mejor entonces realmente el miedo
empezaría a cambiar de bando.
* El Colectivo
Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y
Javier Sánchez.