Créanme: al final pude encontrar
un libro que desentrañaba la factura
de la luz. No vayan a pensar que fue fácil, pero hallé la solución en un
libro alemán.
Pero primero me matriculé en un
ciclo de FP de grado medio de electricidad. Ahí aprendí que la
factura está compuesta, a saber, de… 1º: un término fijo por la potencia
que tenemos contratada (en KW), y que pagamos aunque no encendamos nunca una
bombilla; 2º: un término por la energía que consumimos (en KW.h); 3º un término
por el alquiler del contador de energía; 4º dos impuestos diferentes (impuesto
sobre la electricidad e IVA). Por cierto, también aprendí que no hemos tenido
que pagar nada por el cambio a los nuevos
contadores electrónicos… pero que su alquiler es más caro… qué cosas… Y me
enseñaron que hace unos años los precios cambiaban cada 1 de Enero, pero que
ahora cambian constantemente… y constaté que el resultado es que todo el mundo
paga más y que casi nadie
sabe cuánto ni cómo ni porqué paga…
Pero no era bastante, muchos
detalles técnicos seguían escapándoseme. Me inscribí entonces en un ciclo
superior de electricidad. Revisando las facturas de los compañeros comprobamos
que algunos pagaban por un servicio de averías eléctricas que no habían
deseado, y que las compañías con las que se había contratado una “tarifa
plana fija mensual” no te devolvían el dinero inmediatamente si te habían
cobrado de más. También aprendí que el fin de la tarifa nocturna doméstica
(vamos, pagar menos por la energía que se consume por la noche) supuso que
todos esos abonados pagan
ahora más por un servicio peor.
Terminé mis estudios satisfecho
pero había claves que se me escapaban… así es que comencé una ingeniería
industrial eléctrica. Ahí también aprendí mucho: que el gobierno ha hecho
desaparecer la bonificación por energía
reactiva (energía reactiva… ¡vaya palabro!) y que ahora ya solo existe la
penalización y no la bonificación… y que eso supone, por ejemplo, que un
instituto de educación secundaria de Albacete paga, de repente, miles de euros
más cada año por el mismo servicio. Lo del maxímetro, inofensivo o
mortal según se mire, es ya de doctorado…
Terminé muy agradecido a todos
los profesores de electricidad que conocí… pero todavía faltaba algo, faltaba
la última pieza del puzle eléctrico, la clave que diera sentido a todo. Y, un
día, encontré la solución en un libro alemán, un libro que hallé en una
biblioteca universitaria, no en la biblioteca de la Escuela de Ingeniería, sino
en la biblioteca de la facultad de Humanidades. Ese libro explicaba el porqué
profundo y último de las tarifas eléctricas, de la triste aparición del término
“pobreza
energética”, de la subida especulativa de los precios, de la avaricia de
las compañías eléctricas que guardan sus beneficios en paraísos fiscales y que
están financiadas por la banca especulativa, de la complicidad del gobierno con
quienes dejan a oscuras y tiritando a los ciudadanos, de la razón por la que
mientras los miembros
de los consejos de dirección de las eléctricas cobran miles de euros hay
familias pasando frío… ese libro mostraba, en realidad, la razón última de casi
todo. Ese libro alemán se llamaba “El capital” y su autor, Karl Marx, explicaba
el origen de este sistema injusto que nos gobierna: la avaricia del rico basada
en la explotación de los trabajadores, de los más pobres.
Esa es la verdad última sobre las
tarifas eléctricas: no necesitamos cambiar el precio del kilovatio, lo
que necesitamos es cambiar este sistema.
*El Colectivo Puente madera está
formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez