Hay quienes creen que todo el
mundo es bueno. Los hay que piensan que todo el mundo es malo por naturaleza.
Lo que el día a día nos deja es que hay gente buena y solidaria,
muchísima, y gente capaz de que otro se
reviente a trabajar para hacerse rico a su costa, o incluso consentir que
haya personas que mueran de hambre por ganarse unos duros más para sus cuentas.
Resulta imposible para cualquier
persona con un mínimo de sensibilidad, leer o escuchar el reciente informe de
la reconocida Oxfam
Intermón titulado “Gobernar para las élites”, sin perturbarse. Con datos
rigurosos, nos dicen, nos informan, nos gritan desgarradamente que, por
ejemplo, 85 personas amontonan la misma riqueza que los 3.570 millones de
personas más pobres del planeta. Pongámosles ceros: 85 = 3.570.000.000. Incluso
estéticamente hace daño a la vista. Para quienes crean que esto queda lejos y
es ajeno, afirman que en Europa, en nuestra vieja y admirada Europa, los
beneficios de los 10
individuos más ricos (217.000 millones de euros) son superiores al monto
total de las medidas de apoyo y motivación económica tomadas en Europa entre
los cruciales años 2008 y 2010 (200.000 millones de euros).
La evolución, lejos de ir a
mejor, va a peor, cada vez el reparto de la riqueza es más injusto y cada vez,
con crisis o sin ella, los
ricos son más ricos y los pobres más pobres. ¿Por qué? Pues hasta no hace
tanto, el poder político ejercía cierto control sobre el económico, era posible
en cierta medida contener algo los desajustes, pero el capitalismo ha sido
capaz de, sutilmente, eliminar dicho control, de forma que es
el poder económico quien ejerce control sobre el político, llegando incluso
a decidir cuándo cambiar una Constitución de la noche a la mañana. El efecto
globalizador que además le están imprimiendo a su poder, tiende
a dificultar cualquier acción que quiera subvertir el proceso, desdibujando
además los efectos de los escasos intentos que se suceden. Pero como, tirando
de tópicos, hasta
el camino más largo se comienza con un paso, habrá que comenzar a andar
para acabar finalmente con estas políticas y poderes asesinos, y para ello es
conveniente elegir bien qué camino tomar y con quién se pretende recorrer.
En nuestro país, Rajoy parece tener muy claro cuál es el
suyo: ya le llaman el Dooh Nibor, es decir, un Robin Hood pero al contrario, que roba a quienes más lo necesitan
para dárselo a los ricos. Y así dice estar sacándonos de la crisis: les quito
buena parte de la sanidad, de
sus recursos sociales, de la educación, les quito
parte del salario y todo para grandes empresarios y la
Banca, quienes tal vez algún día reboten un porcentaje ínfimo para que esto
siga funcionando y se pueda decir que salimos de la crisis. Dicen que Juan
Carlos, el rey, en vez de Dooh Nibor prefiere llamarle Zenemij Orruc, que no es
que sea serbio, es sencillamente lo contrario de Curro Jiménez, un personaje
mucho más cercano y que además actuaba en la más próxima Serranía de Ronda y no
en los señoriales bosques de Sherwood, que deben ser reservados a la nobleza.
Ya saben, Juan Carlos
¡es tan sencillo y campechano! No pretendemos banalizar ni tomar a
broma tan trascendente tema, pero es que de otra forma es indigerible.
En fin, lo dicho, hay camino por
delante, pero ello no va a impedir que, esa buena gente, que la hay a millones,
se ponga manos a la obra y devuelvan
el poder y los bienes a sus verdaderos dueños y a quienes los merecen.
*El
Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías
Rovira y Javier Sánchez