Colectivo Puente Madera
Está claro que el poder no le sienta bien a todo el
mundo. A unos les viene grande, a otros se les indigesta, a algunos les quita
el sueño y a muchos, por desgracia, se les sube a la cabeza. No es nada nuevo.
Calígula nombró senador a su caballo (otros nombraron a Bárcenas, que igual es
peor), Isabel la Católica no quería cambiarse de camisa, Alfonso XIII pensaba
que su pueblo lo amaba y Franco estaba convencido de que era Caudillo por la gracia
de Dios. Lo que decíamos: todos como auténticas cabras. Y lo dicho no es más
que un botón de muestra.
En
nuestros tiempos, a veces también da la impresión de que los mandamases han
ingerido algún psicotrópico, porque su visión distorsionada de la realidad solo
puede ser consecuencia de alguna alteración neuronal. José María Aznar, durante
su mandato, veía armas
de destrucción masiva en Irak. La misión de la ONU creada para indagar
acerca de su existencia no las veía, pero él sí, porque él, como Alá, sabe más.
Y ahí no queda todo. En su delirio, se cree la encarnación del Superhombre
nietzscheano, o mejor, mucho mejor, la reencarnación del Cid Campeador.
Pero
Ánsar no es el único que muestra graves desajustes cognitivos. Zapatero, por
ejemplo, no veía nada. La ingesta de neoliberalismo le nublaba la vista, y
mientras el país clamaba ante el comienzo de la crisis económica más grave de
nuestra historia, él seguía tan pancho afirmando que España tenía “el
sistema financiero más sólido de la comunidad internacional”. Ah, y mientras
él gozaba de ilusiones psicodélicas, María Teresa Fernández de la Vega paseaba
por los pasillos del Congreso con la mirada perdida y viendo brotar la verdura
en el desierto.
A Rajoy,
por el contrario, la sobredosis de poder le tiene afectada el área verbal. Padece
afasia, o sea, no habla, no responde a lo que le preguntan o responde con vaguedades
o extravagancias como: “en cuanto a la segunda, ya y tal”. Otras veces dice algo
(“Todo eso es falso”) e inmediatamente lo contrario (“salvo
alguna cosa que han publicado los medios”). De una forma u otra, el caso es
que sus alocuciones son más opacas que las del oráculo de Delfos.
Por
desgracia, en nuestra región también alucinan nuestros gobernantes. Marcial
Marín, que ha despedido a 5000 profesores, que ha masificado las aulas hasta
extremos insoportables, que ha cerrado colegios, comedores y rutas escolares,
abre los ojos y ve “caminos
abiertos”. Y María Dolores Cospedal, que está dejando la región como un
auténtico rastrojo, dice que ve un túnel y al final ve una “luz”. Eso es lo que
significa literalmente alucinar.
Y mientras tanto ahí sigue España, paralizada
por la estupefacción, la rabia y la incertidumbre.
@CPuenteMaderaAB
(*) Publicado en DiarioAB.com
El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez
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