*Colectivo Puente Madera
Artículo publicado en el diario "La Verdad" (Edición Albacete). 10-01-2013
Parece una cuestión de simples palitos. Es como si el palito final del
siglo XXI hubiera sufrido un ataque de pánico y hubiese buscado protección
entre las dos equis mayúsculas. Porque, en efecto, está volviendo el siglo XIX.
Los estados están cediendo ante los mercados, la democracia se reduce a un
turno de partidos, las libertades decaen por la acción represiva de los
gobiernos, los derechos laborales se extinguen, la caridad sustituye a los
servicios sociales, las desigualdades se agrandan… Como un zombi carente de
humanidad, está volviendo ese capitalismo salvaje, valga la redundancia, que
los libros de historia consideraban definitivamente enterrado.
De igual modo, la
sociedad civil recurre a formas de resistencia (huelgas, manifestaciones) que
se idearon en aquel siglo. Dichos procedimientos han mostrado su eficacia a lo
largo de doscientos años, y a ellos debemos el grueso de nuestros derechos
laborales y políticos, pero quizá hoy debamos ensayar estrategias complementarias.
Por ejemplo, ya que nuestro sistema socioeconómico se basa en el consumo, ¿por
qué no hacer del consumo una herramienta de transformación social? Sabemos que
nuestro sistema bancario es el principal causante de la crisis y que son los bancos
quienes acogotan a países enteros especulando con su deuda externa: ¿por qué no
confiar nuestros ahorros a entidades de banca ética, que ni especulan con las
personas ni prestan dinero a empresas depredadoras? Conocidísimas multinacionales
españolas del sector textil han sido denunciadas por utilizar mano de obra
esclava: ¿no podemos comprar en tiendas de ámbito local donde nos garanticen,
al menos, que la ropa que nos ponemos no está envenenada con el sufrimiento de
niños explotados? Sabemos que las grandes petroleras están esquilmando los
recursos naturales de países empobrecidos: ¿y si aparcamos los coches,
desempolvamos nuestras bicicletas, compartimos vehículo o, simplemente, nos
calzamos unas zapatillas cómodas y una sonrisa ancha para circular por nuestras
calles? Gerard Depardieu se niega a pagar los impuestos que ha establecido su
gobierno: ¿pues qué tal si va a ver sus películas su santa madre?
En una sociedad de
consumo, los consumidores somos decisivos. No es tan difícil. A veces es suficiente
con un pequeño gesto. Como el gesto de asociarse a la cooperativa de consumo
Tierrallana, donde pueden adquirirse productos ecológicos de toda clase que ni
han sido regados con pesticidas, ni inyectados con plaguicidas ni manipulados
genéticamente. Comprar en Tierrallana no solo permite comer alimentos más
sabrosos, aromáticos y sanos, sino también apoyar un modelo agrario sostenible
y respetuoso con la naturaleza. Tampoco supone un esfuerzo especial frecuentar
las diversas tiendas de comercio justo que existen en nuestra ciudad. Cada
adquisición en Romero, o en los mercadillos de Maná o Medicus Mundi, es un
pequeño acto de justicia global. También podemos ejercer de modestos promotores
culturales acudiendo de vez en cuando al Teatro Candilejas, mucho más habitable
e inspirador que cualquier gran superficie comercial, o tomando nuestras cañas
en locales que, como el Indiano o el Víktor, apuestan decididamente por los
creadores locales. Ah, ¿y por qué no contribuir con la difusión del pensamiento
crítico y los movimientos sociales alternativos dejándonos caer por la
cafetería Raíces?
Un consumo justo y
sensato nos permite, además, censurar la mezquindad y ser solidarios con los
solidarios. Durante la pasada huelga general, mientras grandes empresas de balances
espectaculares chantajeaban a sus trabajadores para que no faltasen a su
puesto, el propietario de la librería Circus cerraba su negocio y colgaba en la puerta un letrero en el que
se podía leer: “Nuestra conciencia no nos permite obrar de otra manera. (…) Es
hora de mostrar nuestra indignación ante tantas y tantas políticas injustas (…).
Si permanecemos quietos y callados, luego será demasiado tarde.” Claro está que
en Circus uno encuentra mucho más que libros.
En fin, los
establecimientos mencionados, y tantos otros que podrían figurar en este
relato, nos permiten suponer que otra forma de organizar la vida es posible. Somos
lo que pensamos, lo que creemos, lo que soñamos, lo que hacemos…, pero también
lo que consumimos. Debemos ser el cambio que queremos. No podemos reclamar un
mundo mejor y a la vez deteriorarlo consumiendo porquería.
* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.
Felicidades por este excelente post donde se habla de las auténticas armas que tenemos el 99 % para hacer frente a la iniquidad del 1 %.
ResponderEliminarComparto plenamente el contenido del mismo. Lo he colgado en mi muro de Fb y tuiteado las frases más relevantes.
Os animo a seguir en esta noble tarea de concienciar a la sociedad a través de vuestro blog.
Me gustaría saber si os puedo seguir en twetter. Gracias.
ResponderEliminarCreo que habéis dado en la clave.Si cambiaramos nuestra forma de consumir haciéndolo de forma más consciente entre otras cosas les daríamos donde más les duele:el dinero.
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo!