*Colectivo Puente Madera
Artículo publicado en el diario "La Verdad" (Edición Albacete). 01-11-2012
Acabamos de pasar la Noche de Ánimas. Huelga decir que aquí, unos
servidores, materialistas redomados y escépticos contumaces, no creemos ni en
ectoplasmas, ni en cielos, ni en infiernos. Que sepamos, nadie ha documentado
fehacientemente la existencia de esos entes y esos espacios. Es más, nos
fastidian un poco esos relatos espantaniños, y nos parecen un insulto a la
inteligencia y un chantaje moral de bastante mal gusto.
Las
personas sobreviven a la muerte, sí, pero no a través de espectros, sino como
consecuencia de sus obras. Y no de forma simbólica, sino como realidad
tangible. Gandhi permanece vivo en cada ciudadano que, en torno al Congreso, opta
por la no violencia como procedimiento para luchar contra el secuestro de nuestra
democracia. El aliento del Che palpita en cada corazón que se indigna ante
cualquier injusticia cometida en cualquier lugar del mundo.
Nosotros,
hoy, día en que se suele conmemorar a los antepasados, querríamos recordar a
todos aquellos que, desaparecidos físicamente, permanecen vivos en nuestra
memoria y en nuestros actos. Querríamos rendir homenaje a personas como Concepción
Arenal y Clara Campoamor, que desafiaron por primera vez a la bestia del
machismo y desbrozaron el camino al feminismo en España; cada avance hacia la
igualdad real entre sexos deriva en último término de su activismo. O como Marcelino
Camacho, y tantos otros y otras, que construyeron
un sindicato que actualmente sigue ofreciendo una trinchera desde la que
combatir los abusos de los poderes económicos. O como Rosa Parks, que con su
negativa a ceder el asiento de autobús a un hombre blanco alentó la creación
del movimiento antiapartheid y abrió las puertas de la Casablanca a un
presidente negro. O como Iqbal Masih, el niño que denunció en la India el drama del trabajo
infantil y cuyo asesinato puso de relieve la verdadera naturaleza de un sistema
económico inhumano. O como monseñor Romero e Ignacio Ellacuría, que mostraron
al mundo la bestialidad de las oligarquías centroamericanas y situaron a muchos
creyentes sinceros del lado de los pobres. O como Víctor Jara y Violeta Parra,
que pusieron música, voz y poesía a la libertad y a la justicia.
Cualquier
persona que en el pasado haya consagrado su existencia al progreso de la humanidad
pervive en las conquistas sociales y políticas que ahora disfrutamos. La
democracia es una herencia que nos han dejado aquellos que lucharon contra la
dictadura. La idea de una escuela pública laica, igualitaria e inclusiva
procede de los pedagogos de la
II República. Descansamos los domingos porque los obreros de
principios del siglo XX presionaron en la calle para conseguirlo. De igual
manera que nuestros padres y abuelos sobreviven en nuestro ADN, los hombres y
mujeres mencionados, y todos los que no aparecen en los libros de historia pero
les acompañaron en la lucha, permanecen en nuestro código genético colectivo y
siguen presentes en nuestro orden social.
Pero
es 1 de noviembre y no podemos evitar que nuestra memoria retorne hacia los más
cercanos. Como, por ejemplo, los aproximadamente 1000 presos republicanos que
fueron juzgados en nuestra ciudad por tribunales militares, sin las garantías
jurídicas mínimas, y permanecen enterrados en el cementerio en fosas comunes
sin una placa que mencione sus nombres ni un señalamiento en el suelo que
permita dejar unas flores. Los fusilaron, pero su espíritu pervive en todos
aquellos que siguen combatiendo el fascismo, en estado puro o en cualquiera de
sus innumerables mutaciones contemporáneas. De igual modo, a veces parece
escucharse, en cualquier asamblea o manifestación convocada durante estos días contra
las políticas ultraliberales del gobierno, la protesta enérgica de Isabel
Vidosa, “mamá África” para los inmigrantes subsaharianos, o la voz pausada y profunda
del bueno de Juan Carlos Cebrián, o el verbo encendido del incombustible Pérez
Pena…
No,
desde luego que no todo acaba con una vulgar parada cardiorrespiratoria. Hay
personas que nunca, nunca nos abandonan, y que, afortunadamente, nunca, nunca dejan
de dar vida.
* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique
Cerro, Esteban Ortiz, Elías
Rovira y Javier Sánchez.
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