Llevamos ya
unos días, por estas tierras del llano, bastante
compungidos. Una nueva tragedia ha venido a ocurrir (no es nuevo), esta vez
con la abultada desgracia que supone la pérdida de 11
vidas y 20 heridos.
Raro es el día que no nos entra
en el correo, enviado desde cualquier rincón del mundo, uno de esos mensajes
horteras con power point hablando de la amistad o de lo malísimas que son las
guerras. Pareciera que es un sentimiento
generalizado. También es raro el día que no recibimos noticias de las
tragedias de las guerras. Unas muy cercanas, geográfica o culturalmente; otras,
más lejanas, desconocidas y en países cuyo nombre cuesta o ni sabemos
pronunciar. Guerras, guerras, guerras. Algo no cuadra. Siempre hay quienes lo
justifican. Las guerras hacen falta para parar a los malos, que siempre son
“los otros”. Los otros piensan igual. Y a los unos y a los otros, se les
fomenta porque el negocio
de las armas, es uno de los más grandes del mundo. Está demostrado: cuando
desaparece un enemigo, aparece otro, inesperado a veces, sacado de la nada
frecuentemente, pero siempre, misteriosamente, aparece otro enemigo. Por
tierras, por poder, por riqueza, por religión, por cultura, por raza… siempre
aparece otro enemigo. Y las gentes, esas que casi lloran cuando leen los power
points horteras, acaban justificando esas guerras, para las que, obviamente, hay
que estar debidamente preparados.
Cuando a Julio Anguita se le
informaba de que su hijo había fallecido ejerciendo periodismo para informar de
la guerra en Bagdag, sobre la marcha, sin más elucubración atinó a decir una
frase lapidaria, la que sale de dentro, de las tripas, la de un padre que se
acaba de enterar que pierde un hijo: “malditas sean las guerras y
los canallas que las apoyan”. Otra vez Julio dando en la tecla.
Es difícil escribir cuando el
dolor de haber perdido 11 vidas, aunque lejanas de procedencia, próximas por el
hecho, y siempre cercanas por lo que de humano tiene compartir estas tristezas,
para decir lo que, no es que vengamos a decir ahora de nuevo, sino venimos
diciendo de siempre: establezcamos órdenes mundiales justos y evitaremos
las guerras; pongamos la misma energía y medios que ponemos en preparar la
guerra en equilibrar el mundo, y todos y todas seremos mucho más felices, no el
puñado de los de siempre.
Cuando Don José decidió “premiar”
a su tierra natal con una fábrica
de helicópteros de arrasar aldeas, ametrallar y bombardear, cuando Don José
decidió “hacernos felices” haciéndonos tragar a escasos kilómetros de Albacete
una TLP, una escuela de guerra que todos y cada uno de los países europeos
habían rechazado contundentemente; mientras al PP le quemaban las manos de
aplaudir, sólo
IU se opuso a semejantes cosas. Hay guerras porque se preparan guerras. Lo
dijimos en su día, lo dijimos hace unos meses y hoy, con un nudo en la garganta
y muy jodidos, lo decimos y lo gritamos más que nunca: No nos gusta que se
fomenten, se financien, se diseñen, se preparen, se apoyen, se entrenen guerras
en ningún sitio del mundo, y eso incluye al lado
de donde vivimos.
*El Colectivo Puente Madera está formado por
Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario