Nuestro pasado artículo se titulaba “Verano
Azul”, el azul pepero gaviotero que nos parecía colorea nuestra
actualidad... pero también el verano se tiñe a menudo de rojo.
Vean si no, si pueden soportarlo, las imágenes del rojo baño de
sangre con el que concluyen las corridas de toros,
las de San Fermín o cualquier otra.
Las fotografías, con niños
pequeños en primer plano junto a los maltratados animales, causan
tanta repulsión como estupor. ¿Qué hacen esos niños, para los que un episodio
de Los Simpson no es tolerado, plantados a un metro de un animal vejado más
allá de la muerte?
La “fiesta nacional” es protegida por doquier por el PP, desde
Marcial Marín hasta Aguirre-Niki-Lauda, precisamente porque el PP es consciente
de su propia debilidad y de su creciente
desarraigo entre nuestra sociedad. No se dejen engañar porque la televisión
regional y nacional retransmita encierros y corridas día tras día. Cada vez hay
menos plazas, menos corridas, menos
público taurino. Consulten las estadísticas que ninguna televisión
puede ocultar.
Cuando se habla, por ejemplo, de la supuesta importancia de los
toros en la Feria
de Albacete, se olvida deliberadamente que, sea como sea que “esté
la plaza” (solo contadísimas veces llena), los espectadores del maltrato son
siempre una minoría comparados con las decenas de miles de albaceteños y
foráneos que disfrutan de la Feria.
Si uno puede viajar un poco fuera de España y reflexiona sobre los
típicos tópicos que se tiene sobre nuestro país, merecería la pena preguntarse
hasta qué punto nosotros mismos somos responsables de la misma. ¿Cuál es la
imagen que se vende de España fuera de España? Si a los ciudadanos del mundo,
especialmente a los europeos, les vendemos que somos paella, sol, flamenco,
sangría y toros... ¿qué
imagen pueden tener de nosotros? ¿Qué pueden querer ellos de nuestro
país? ¿Aprecian nuestra cultura, nuestra alta tecnología...? ¿Desean conseguir aquí
su desarrollo profesional en alguna rama avanzada de la investigación
científica o técnica? Quieren lo que conocen, y conocen lo que les mostramos...
y lo que les mostramos está en muchas ocasiones un escalón por debajo de los,
llamemos, estándares desarrollados europeos.
Si quieren más rojo veraniego, pueden buscar información sobre la
reciente conmemoración
francesa del triste inicio de la Primera Guerra Mundial y de los
franceses caídos en la Segunda Guerra. Cada esquina del vecino país, que nos
avergüenza ahora por su voto lepenista, recuerda la roja sangre de los
resistentes caídos-muchos españoles-combatiendo contra el nazismo. El Estado no
recuerda aquí la sangre roja de los que dieron
su vida por la democracia y andan todavía sepultados en las cunetas,
escondidos a los ojos del presente. A un lado, un país que se enorgullece de
quienes se sacrificaron por salvar la República; al otro, un país que los
oculta.
Roja de vergüenza, si la tuviera, podría estar la cara de Rajoy al
comprobar cómo el día de la fiesta nacional francesa el
presidente Hollande se sentó en la misma mesa con dos periodistas y,
sin preguntas acordadas, se enfrentó (mejor o peor) en televisión en directo a
todas las comprometidas cuestiones que desearía plantearle cualquier ciudadano
francés. Sin trampas. Sin
plasma... sin ectoplasmas. Dicen en Francia que si a un presidente
francés se le hubiera ocurrido dar una “rueda de prensa” a través de una
pantalla de plasma la roja indignación del país le habría hecho dimitir ese
mismo día. Comparen ustedes y seguro que, si no se llaman Mariano Rajoy,
también sentirán cómo la roja rabia les sube por las orejas.
*El Colectivo Puente
Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier
Sánchez.
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