Esta entrada está tomada de http://federacion.republicanos.info/ y la reproduzco en "Nunca de Rodillas" por su gran interés y actualidad.
Da tu voto
Comunicado de REPUBLICANOS para las manifestaciones de este sábado en Valencia y Alicante
Poco ha esperado el Gobierno pepero para iniciar su gran ofensiva
contra la educación pública. Aún estamos digiriendo los efectos del
Decreto de recortes de abril: primero, las familias con el impago de las
becas; luego los interinos con su cese en junio, a lo que siguió la
masacre de las adjudicaciones, con 2200 trabajadores contratados menos
que el curso anterior (y un saldo total de casi 8000 aspirantes sin
puesto); el abusivo incremento de las tasas universitarias; el caos de
los desplazamientos y supresiones; ahora, al empezar el curso, y
mientras los docentes ahorran para compensar la pérdida de la paga de
Navidad, nos encontramos con los retrasos en la sustituciones y las
aulas a rebosar, el incremento de horas docentes, el recorte en el
transporte y comedores, la subida del IVA para el material escolar… Y,
mientras tanto, vamos conociendo con más detalle el punto de llegada al
que nos quieren conducir, por medio de la Ley Wert (LOMCE).
Esa es la gran cuestión, ante la que palidecen los ataques
anteriores, más o menos puntuales, contra lo público. Las derechas, los
fieles representantes del capital, de la gran patronal, de los
defraudadores y de los especuladores, pretenden hacer realidad los
proyectos que vienen preparando desde hace dos décadas en nuestro país.
Y, para conseguirlo, Rajoy y sus secuaces no han dudado en dejar hacer
durante todo el verano, animando incluso los ataques especulativos (con
la famosa prima de riesgo por las nubes): han dejado pudrirse la
situación para precipitar el “rescate”; así, ahora pueden intentar
hacernos creer que los recortes «son inevitables», «los exige la Unión
Europea», etc., etc. Pamplinas. Esta es justamente la situación que
buscaban para poder hincar el diente al escaso patrimonio público que
dejaron las privatizaciones del PP$OE; para poner la educación, la
sanidad, los ferrocarriles, en manos de sus amiguetes de la banca y la
construcción.
Así pues, ¿qué nos preparan?
Una privatización brutal de la educación (y de la sanidad); es decir, una enorme transferencia de recursos hacia
el beneficio privado y las rentas altas. Aunque la privatización de la
Educación Infantil ya fue impulsada por la LOE de Zapatero, esa
catástrofe política llamada Esperanza (?) Aguirre puso en práctica una
fórmula más acabada en la Comunidad de Madrid. Amparándose en la
«libertad de elección», se trata de regalar suelo público, cuando no
colegios construidos, a empresas privadas (constructoras, órdenes
religiosas, etc.), para que levanten y exploten sus propios centros
(nuestros famosos CIS). Y, por otra parte, se distribuye dinero público a
las familias, independientemente de su nivel de renta, para que
“elijan” entre centros públicos y privados. Así, en lugar de
redistribuir los ingresos de quienes más tienen, se les devuelve a los
más ricos parte de lo que pagan en impuestos (que es más bien poco).
Una segregación social completa entre los centros educativos. Por
supuesto, la «libertad de elección» no llegará a las familias
trabajadoras, puesto que a lo anterior se suma la «autonomía de los
centros». Ya sabemos, por las prácticas de la concertada, qué significa
esto en el idioma pepero: los centros podrán “elegir” a su alumnado, ya
sin importar su colegio de origen, porque para eso quieren implantar el
«distrito único». Con esto, lo que se hace es fomentar la competencia
entre centros, de acuerdo con el fracasado y machacón modelo neoliberal.
¿Con qué fin? Dicen que para mejorar «la calidad» (¡ojo con esta
palabra, tan querida por los buitres privatizadores!) de la educación;
pero esto significa, en cristiano, que sólo habrá financiación
suficiente para los centros «competitivos»; es decir, que consigan los
«resultados» exigidos por los famosos «contratos-programa». No hace
falta ser un lince para comprender que los mejores «resultados» serán
los de aquellos centros situados en los barrios más acomodados, donde se
concentren los hijos de las clases pudientes y se vete de cualquier
manera la entrada a alumnos con problemas de aprendizaje o de conducta,
que no puedan pagarse refuerzos en academias, etc., etc. A éstos, no les
quedará siquiera el recurso a los desaparecidos desdobles y refuerzos.
Pero ya se sabe que, para la chusma que nos gobierna, la educación
pública sólo tiene un valor «asistencial». Añádase a esto que, en los
EEUU (modelo para los Wert de todo el mundo), empresas y particulares
financian los centros a conveniencia, pudiendo intervenir incluso en los
contenidos enseñados (como se está promoviendo en nuestras
universidades): otra de las “maravillas” de la «autonomía de los
centros».
Unas condiciones laborales precarias y salarios a la baja. Para
los intereses de los especuladores, defraudadores y demás amigos de lo
ajeno, ser «competitivos» significa bajar salarios y despedir
libremente, también en el sector público. Así, pueden seguir pagando
unos impuestos ridículos y mantener sus beneficios (que son el verdadero
lastre para la famosa «competitividad»). Para mantener lo que quede de
la sanidad y educación, ya nos encargaremos de pagar los trabajadores, a
través del IVA, recetas médicas, comida de casa… El modelo de Wert
facilita el proceso, otorgando a unos equipos directivos cada vez más
controlados la potestad de gestionar incluso parte de las
contrataciones. Los «becarios de Inglés» de Catalá son un avance de lo
que prepara esta gentuza. Pero eso no es todo. El cierre de los CEFIRE
adquiere todo su sentido en este contexto, más allá del “ahorro”
inmediato o del que se consigue bloqueando la formación asociada al pago
de sexenios. Se trata también de empeorar la formación del profesorado
y, por tanto, lacalidad de la educación. El objetivo es, por
supuesto, domesticar totalmente al profesorado, inoculando el miedo y la
desmoralización en los centros.
Un alumnado que sea futura carne de cañón. En este
modelo, los hijos de las clases populares tienen ya su puesto asignado, a
través de itinerarios tempranos que en general los dirijan hacia
puestos de mayor o menor cualificación, pero en todo caso subalternos,
como nos corresponde a los trabajadores según el pensamiento
conservador. Para dirigir la sociedad, piensa el Gobierno, ya están las
elites, nada interesadas en transformar los engranajes políticos,
económicos y sociales. Para ellos son el «plurilingüismo» y la
«excelencia».
Así pues, ¿para qué pensar? En esto, sin duda, Wert tiene mucho que
agradecer al modelo tecnocrático impuesto por sus adversarios (?) con
una híbrida LOGSE y con la LOE, con toda su palabrería sobre los
«ciudadanos autónomos pero responsables», las «competencias», los
contenidos cada vez más cerrados, etc. La «reválida», esa reminiscencia
franquista, viene a culminar el proceso, convirtiendo la enseñanza en
una simple preparación de exámenes, que ya nos podemos imaginar bajo qué
presupuestos serán diseñados. En definitiva, el regreso a una educación
“enciclopedista” (que jamás se fue) y el entierro del pensamiento
crítico.
Una educación retrógrada al servicio de una ideología reaccionaria. El
modelo Wert (aunque más bien cabría denominarlo Wert-Aguirre, pues la
LOCE avanzaba todas estas ideas) es, en definitiva, la concreción del
proyecto neoliberal para el ámbito educativo, salpimentado por el
nacionalcatolicismo en que se educaron sus creadores. Porque toda la
palabrería de los consejos de administración (productividad, competitividad, calidad…) convivirá, sin duda, con un trasvase de recursos nada liberal a
las arcas de empresas privadas y, desde luego, entidades religiosas.
Para apreciar la revitalización que va a disfrutar el
nacionalcatolicismo en nuestras aulas, no hay más que ver la pervivencia
de los vetustos privilegios eclesiásticos: ni los profesores de
Religión (puestos a dedo por los obispados) han visto
modificadas sus condiciones de jornada, vacaciones y salario, ni los
curas (que no cotizan) han perdido su tarjeta sanitaria. Para que luego
hablen de los inmigrantes…
Este es, pues, su modelo. Ahora bien, ¿es inevitable, como
pretenden hacernos creer? Evidentemente, no. Pero, para vencer, para
salvar la educación pública, vamos a tener que poner mucho esfuerzo,
imaginación y organización. Y, sobre todo, construir nuestra propia
alternativa, dotarnos de un horizonte por el que luchar. Para ello,
apuntamos algunas propuestas:
- Debemos recuperar el papel del profesorado y de los centros
educativos como intelectuales y dinamizadores sociales; tenemos la
responsabilidad de formar un alumnado crítico que pueda hacer frente al
ataque global, presente y futuro, contra las clases populares, y
construir un mundo más justo. Ya hemos soportado demasiados ataques
materiales y morales; es hora de pasar a la ofensiva también en el campo
ideológico, y los docentes, uno de los sectores más formados, tienen la
obligación social de contribuir a ella. Nuestra lucha es la misma que
la de los mineros, sanitarios, jornaleros, ferroviarios… ¡No somos clase
media, somos trabajadores!
- Debemos construir entre todos una educación científica, laica,
democrática y de calidad, no sujeta a la presencia ideológica de
elementos extraños a ella como las iglesias, que eligen a su propio
profesorado pagado con fondos públicos y detraen horas de formación
académica. La formación religiosa debe quedar fuera de los centros y
hacerse a expensas de los creyentes.
- Hay que promover la organización y participación de los padres y
madres, ya sea desde las AMPAS o desde los propios centros. Hay que
informar/informarse y promover acciones conjuntas de toda la comunidad
educativa en los colegios e institutos. A las familias no las pueden
machacar.
- Hay que favorecer la organización de los estudiantes y la
participación de niños y jóvenes de todos los niveles en las acciones de
protesta. Si ellos perciben el malestar y el conflicto todos los días
en casa y en la escuela, ¿por qué no hacerlos partícipes de su
resolución? ¿Podrá haber algo más educativo?
- Debemos reforzar la unidad de todos los sectores de la comunidad
educativa, movilizándonos y promoviendo iniciativas de solidaridad y de
innovación educativa (bancos de libros, proyectos curriculares
alternativos…), frente a los recortes y los intereses de las
editoriales.
- Asimismo, hay que promover la unidad con el resto de empleados y
usuarios de lo público. Hay que ir a las asociaciones de vecinos, a los
barrios, a los centros de salud, y hablar, explicar y, por supuesto,
movilizarnos y molestar a los “recortadores”.
- Debemos promover una movilización continuada, con hitos de diferente
intensidad, para poder asociar al mayor número de gente a la protesta:
marchas, concentraciones, repartos, paros, huelgas… La movilización no
puede apagarse, da igual la forma que adquiera.
- Los problemas de la educación pública (y del desarrollo económico y
social en general) no se resuelven con recortes, sino obteniendo más
impuestos de quiénes más tienen. Bajar impuestos directos no es de
izquierdas. Hay que incrementar el impuesto de Sociedades y el tipo
máximo de IRPF, gravar fuertemente las SICAV, recuperar el impuesto de
Patrimonio, eliminar las exenciones a la Iglesia, los gastos de la
Corona y los asesores puestos a dedo… El problema no son los salarios,
sino los beneficios.
Y, en definitiva, debemos plantearnos que el fondo del problema es
político; que lo que falla es el entramado jurídico, legal, económico,
social. Que es necesario forjar la unidad entre los sectores populares para
hacerle frente, y que no podemos confiar en un mero cambio de actores
para seguir sometidos a las mismas reglas. Que hay que superar este
régimen diseñado a la medida de banqueros, grandes empresarios,
especuladores, defraudadores y caciques varios, que no vacilan en
ahogarnos para mantener sus prebendas. Y que, en España, la forma de
acabar con un orden injusto como este siempre ha tenido un nombre: República.